jueves, 31 de julio de 2014

ERASE UNA VEZ EL AMOR PERO TUVE QUE MATARLO

EFRAÍM MEDINA REYES.

Re-seña *Moisés Fuentes Badillo.

“Me gusta trotar cada mañana porque afloja la tristeza. Cuando sueño con cierta chica lo sé aunque no lo recuerde. La sensación de ausencia en el pecho me lo dice. Trotar ayuda, por eso hay tanta gente trotando al amanecer." 
Me dicen que el libro es malo. Lo tomo en mis manos y lo observo detenidamente. Es una edición de planeta que tiene una fotografía de Medina Reyes en el reverso del libro. Es un tipo extraño, se nota en la foto, sin embargo, escribió un libro. Pero me dicen que es malo. Decido dejarlo en la mesa del comedor y empezar a leerlo luego. 

Dos meses después un amigo, el que me había prestado el libro, me recordó que yo lo tenía. Lo necesitaba y entonces lo devolví. Me sentí un poco mal por no haberlo leído, pero me tranquilicé con la idea de que en verdad el libro fuera malo y no perdía nada con no haberlo leído. Así pasó un invierno, luego un verano corto y luego un largo invierno, y por casualidad, el libro en la misma edición llegó a mis manos y nuevamente con la referencia ” el libro es malo”. Entonces lo tomo en serio, abro sus páginas, me siento y empiezo a leer, haciendo pausas muy breves para tomar café. Era la primera vez que me sentaba a leer un libro con la única intención de comprobar su maldad.

Las primeras páginas me causaron vértigo. Como cuando se va en un auto y toma una falda de repente – para el caso de Manizales- ; luego me acostumbré al ritmo y terminé respirando normalmente. Poco a poco fui conociendo el mundo exterior de REP, expresión corta y cariñosa de REPTIL; conocí a sus amigos, sus impresiones sobre ellos; me retrató Ciudad Inmóvil. Luego me fue contando sobre su mundo interior. Me puso contra la pared. El hombre no conversa mucho, pero va dejando imágenes y música, va dejando frases. Sobre todo eso, sentencias que me cuestionaron, que me indagaron y pusieron mi existencia en consideración. Suspendo la lectura del libro por momentos. Les aseguro que no me parezco en nada a él, pero no pude evitar sentirle aprecio. Debe ser por aquello de la “tusa” que lo embarga, esa inmensa pena de amor que nos pone a todos en igualdad de condiciones, no importa si se escucha Nirvana o Luisito Muñoz.

Después de reiniciada la lectura llego a la última página del libro. Pero no al final historia: esa se queda allí palpitando en la memoria y tal vez por eso es que el libro es malo: no debe ser bien visto que un tipo como REP nos caiga bien. No es un ejemplo de comportamiento ni mucho menos pero tiene la habilidad de retratarse en la memoria con todos sus cotidianos, cotidianos muy alejados de las buenas maneras de los abuelos. Por mi parte, lo recuerdo cada vez que salgo a trotar.

*Promotor de lectura de la Red de Bibliotecas Públicas de Manizales.

lunes, 20 de agosto de 2012

A propósito de "El avión de la bella durmiente" de G.G.M.

Conocí a la bella durmiente no precisamente en un aeropuerto. Fue en un viaje en bus organizado por mi universidad rumbo a Cartagena al Congreso internacional de la lengua española. Según me ayudan a recordar algunas fotos de amigos durante el viaje, ella vestía una blusa roja hasta el cuello y llevaba su cabello negro recogido. Era delgada, hasta el delicado límite semántico de la palabra flaquita; sin embargo hechos posteriores me harían valorar hasta qué punto lo era realmente. Parecía una muchacha bien,  según el decir popular, no hablaba mucho, o no lo recuerdo. Tengo la imagen de su rostro iluminado por la luz que entraba por la ventana del bus, mirando hacia fuera, abstraída. Aún hoy cuando acudo a dibujarla en mi pensamiento la veo en esa actitud, mirando a un invisible horizonte, que no deja de observar aunque el espacio que tenga en frente sean estos ojos que la buscan.

El viaje en bus no fue más que una de las estaciones de mi encuentro con la bella durmiente. Yo era un muchachito que creía ser más grande de lo que era, ahora lo veo, también estampado en algunas fotografías y creo que ya no será un adulto.

A Cartagena llegamos de noche, luego de 24 horas de viaje.  El mar estaba negro, y solo veíamos la espuma blanca que llegaba a la playa; nunca he sentido una presencia tan inmensa frente a mí.
En nuestra estancia cruzamos algunas palabras que nos sirvieron para conocer apenas el timbre de voz de  uno y otro. Recuerdo cuando apareció en aquella playa lista para tomar un  baño en el  mar y  yo y los muchachos que me acompañaban no pudimos dejar de sorprendernos por su bonito cuerpo, esas piernas largas, sus senos como replicas exactas de goticas de agua, sus clavículas pronunciadas. No sé de dónde viene mi gusto por las clavículas de las mujeres, Vinicius de Moraes en “Receta de mujer” habla de ellas, pero no creo que su intercesión documental sea una razón suficiente.

Allí la invité a una fiesta que habría en la noche, sin embargo no sucedió el encuentro. El viaje terminó en lo que respecta a lo sucedido con ella y conmigo y por mucho tiempo no volví a hablarle, a excepción de unos encuentros esporádicos en la calle donde ella no se percató de mi presencia.

El día en que nos volvimos a ver ocurrió en la Biblioteca pública municipal, un lugar que yo visitaba a menudo. Estaba sentada en una de las mesas, muy concentrada. Sin embargo no quise saludarla, no sabría  cómo hacerlo. Pensé en varias alternativas para llamar su atención pero permanecía casi inmóvil en su lugar. Fue entonces cuando se me ocurrió sacar una copia del cuento “El avión de la bella durmiente”, donde un hombre casualmente  viaja al lado de una mujer hermosa que no traba con él ningún tipo de charla o contacto durante todo el vuelo, sólo su presencia magnífica haciéndolo inexistente, como podría pasar por ejemplo con la vastedad de un mar negro, profundo, poderoso, frente a nosotros, que no nos reconoce pero que nos llena el pecho con su belleza.

Escribí en la copia, ahora no lo recuerdo exactamente, -Esto es lo que siento cuando estoy cerca de usted, esto es lo que me produce- y se lo entregué, vacilante, ella entonces alzó su mirada hacía mí, leyó el titulo del cuento  y me dijo: -¡Ahh sí, ya me lo leí!- Es entonces cuando sonrío y me despido de ella, aunque no para siempre como sucede en el cuento de García Márquez.
Hoy sigo viendo a la bella durmiente de vez en cuando, somos amigos incluso, pero su presencia continúa siendo para mí un vasto y hermoso mar en una noche de viento cartagenera, en el que no puedo sumergirme.

                                                                                               Daimer Alonso Montoya G.

martes, 7 de agosto de 2012

Un gusto compartido

Concebimos este Blog para curarnos un poco de ese mal que sufre Leopoldo, protagonista del cuento "Leopoldo (sus trabajos)" del famosísimo escritor  Augusto Monterroso. Lo hacemos, sin embargo, obviando un poco la falta de pericia que presentamos en el arte  de escribir,  que sí posee nuestro responsable inspirador.

"Leopoldo era un escritor minucioso, implacable consigo mismo.  A partir de los diecisiete años había concedido todo su tiempo a las letras. Durante todo el día su pensamiento estaba fijo en la literatura. Su mente trabajaba con intensidad y nunca se dejó vencer por el sueño antes de las diez y media, Leopoldo adolecía, sin embargo, de un defecto: no le gustaba escribir."

https://vdocuments.mx/monterroso-leopoldosus-trabajos.html

De igual forma queremos invitar en estas primeras letras a nuestros amigos y conocidos para que participen del Blog con sus escritos. Este blog está destinado a las "Reseñas", o sea, a aquello de lo que gustamos y quisiéramos que otros lo experimentasen. Un gusto compartido. 

Pronto la primera reseña :)

                                                     Daimer Alonso Montoya / Wilson Fernando Calle